La CIA dirigió el golpe de Estado que derrocó a Mossadeq en Irán
En 1953… derrocaron al gobierno democrático de Irán porque nacionalizó el petróleo. Entonces se utilizó la excusa de la amenaza comunista como ahora se utiliza la amenaza terrorista.
El Shah, a quién impusieron, instauró una dictadura militar represiva y particularmente sangrienta y destinó los enormes recursos del país a comprar armas americanas y al glamour de las joyas y las fiestas palaciegas. Lo hizo tan bien, tan bien, tan bien, que en 1979, y pese a contar todavía con el incondicional apoyo occidental, una inesperada revolución le echó. Aunque las movilizaciones habían sido masivas y un clérigo desconocido en Occidente -y para muchos iraníes- contaba con apasionados partidarios, la revolución no era ‘islámica’… todavía. Los intentos de Estados Unidos por revertirla fueron quizás la causa de su radicalización. Los iraníes querían su independencia y ser dueños de su propio destino, lo que incluía su petróleo, y eso era un pecado gravísimo.
Cuando uno mira con perspectiva los trágicos acontecimientos de Oriente Medio… quiero decir cuando se busca el origen del caos y no solo a partir de los terribles atentados de septiembre, lo que se ve adquiere otro cariz; no porque el terrorismo y la brutalidad se justifiquen -que no lo hacen- pero desde luego sus procesos si se comprenden mejor.
Quizás en Europa muchos miren a los Estados Unidos como un aliado defensor de la Democracia contra las tiranías, y desde luego tienen motivos porque aquí, en Europa, el comportamiento ha sido completamente distinto y se combatió al nazismo y se ayudó a la reconstrucción. Pero en una gran parte de este mismo mundo, para muchos ciudadanos de muchas naciones, los Estados Unidos se han constituido en el peor enemigo de la libertad y la democracia, fabricante de tiranos. Y va a ser dificil cambiar esa opinión.
El Vietnam del Sur y la Corea que defendieron eran nidos de corrupción. Y Cuba y tantos otros países de América Latina. En Indonesia apoyaron la inmensa brutalidad de Suharto y la matanza sistemática de más de tres millones de personas, mucho mayor que la que asoló Camboya y que sin embargo no forma parte del repertorio de nuestras conciencias.
También sabemos hoy -no digo creemos, sino ‘sabemos’- de la orquestación del asesinato de Lumumba, en el Congo, y la instauración del sanguinario y corrupto Mobutu. Y de los golpes de estado en Chile, Argentina o Brasil. Los derechos humanos, la legalidad internacional, bobadas que nunca han importado.
Y deberían parecer pesadillas del pasado. Pero la mayor desgracia es que sigue siendo la pesadilla del presente. La ‘maldición de los recursos’ la llamamos, porque cualquier país potencialmente rico se convierte en objetivo ‘estratégico’ y es condenado, precisamente por su riqueza, a la tiranía, la guerra y la miseria.
De las revoluciones que de estas situaciones surgen, las únicas que sobreviven son las que se radicalizan, porque las que se orientan a la democracia o la justicia, las derrocamos. No deberíamos engañarnos con esto: es el odio y la guerra, no la paz, lo que sembramos.
En 1953, nosotros los ‘occidentales’ sembramos el fundamentalismo islámico. En 1960 la interminable guerra del Congo que eluden nuestros noticiarios. Los refugiados que huyen de ellos y que maltratamos en las fronteras, son pues nuestros refugiados, la expresión cruel de nuestro fracaso como civilización.
Y la dictadura del mercado que nos impide arreglarlo, y cuyas leyes ahora penalizan el ayudar a esos seres humanos, el sistema más aberrante y terrorífico desde que el otro nazismo fue instaurado.
Worstcracy Peorcracia