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La libertad política. Qué es lo que no funciona.


LA LIBERTAD POLÍTICA

Hay descontento, hay decepción y hay desesperanza ante la deriva social, cultural y política. Se percibe en cada conversación y es cada vez más repetitivo. A veces parece una olla a presión a punto de estallar. Pero junto a la desesperanza hay esperanza y deseo de cambio.

No en todos, sin embargo: La capa muy ilustrada de la sociedad sabe que todo es mentira, pero la menos informada cree a pie juntillas en la mentira como si fuera verdad. Si uno se mueve sólo en el primer grupo, puede caer en el error de considerar que el descontento es universal y que bastan la puesta en común y la organización para cambiar las cosas. Pero es suficiente una ojeada al grueso de la sociedad para percibir la poderosa inercia mental sembrada por el sistema mismo con el fin de perpetuarse.

QUÉ ES LO QUE NO FUNCIONA

¿Qué es lo que está mal? ¿Por qué hay que cambiar el sistema? La respuesta es: Porque somos esclavos.

Me maravilla la eficacia del control que ejercen sobre nosotros hasta el extremo de tenerlo ante los ojos y no verlo. Cada bebé que nace está condenado de antemano no sólo a pagar la deuda que la Administración ha contraído para fines a menudo dudosos, sino también a ser un esclavo de por vida por el mero hecho de tener que vivir en una casa, ya que prácticamente desde que alcance la edad adulta deberá entregar más de la mitad de su sueldo al banco para amortizar una hipoteca de treinta o cuarenta años. Será casi un anciano cuando acabe de pagarla y pueda disponer de su sueldo íntegro, aunque para entonces tendrá que invertir una parte no pequeña de él para contener enfermedades crónicas comprando medicamentos hasta el día de su muerte.

Que éste sea un hecho tan evidente y no lo veamos es algo que confirma los refinados procedimientos de control mental que ejercen sobre nosotros. Pero no sólo eso: Unos ciudadanos angustiados por la lucha por la supervivencia deben concentrar toda su energía y tiempo en llegar a fin de mes. En estas condiciones no sólo tienen dificultades para mantener un pensamiento crítico: Las tienen también para mantener una actitud crítica y adoptar iniciativas críticas. Necesitan dedicar sus fuerzas a salvar la carrera de fondo de su propia existencia.

Matrix no es la primera sugerencia de un mundo ficticio que se superpone al real para crear la ilusión de que todo está bien. Mucho tiempo antes, Stanislaw Lem, en su Congreso de Futurología, ya expuso la misma idea. Su inefable héroe, Ijon Tichy, viaja a un futuro que parece perfecto hasta que se da cuenta de que ciertos funcionarios públicos se dedican a esparcir por el aire un spray que perturba los sentidos, haciendo que la población perciba la realidad como no es.

Descubre entonces que la vida en aquel mundo era miserable debido a la superpoblación y la pobreza, aunque todos creían ser felices y prósperos y estaban convencidos de vivir en la abundancia. Como veremos más adelante, la realidad que percibimos es subjetiva. Por eso se puede manipular.

Esas obras no son devaneos literarios ni evocaciones de un futuro más o menos imaginario, sino agudas metáforas de nuestro propio mundo. Quienes nos dominan no tienen un spray, pero sí todo lo demás, incluyendo la educación y los medios de comunicación, y todo lo usan eficientemente para que creamos que somos felices y prósperos en medio de este mundo que se hunde.

TODO ES MENTIRA

El primer paso para un análisis correcto de la realidad es aceptar que todo es mentira. Si no partimos de esta premisa, seremos incapaces de llegar a conclusiones correctas. Hay que dudar de todo para entenderlo todo. No estamos obligados a admitir lo dado, incluyendo ideas, leyes, costumbres e instituciones, por mera inercia, renunciando con ello a valorar si nos sirven, lo que es lo mismo que renunciar al pensamiento.

Nos han amputado la capacidad de formularnos preguntas que resultan perfectamente naturales pero que ya no surgen porque las fuentes del pensamiento crítico han sido desecadas con toda intención en nuestros cerebros.

Las cárceles, los policías, los carros de combate en las plazas públicas, todo eso quedó anticuado. La cárcel está dentro, en la profundidad de nuestro pensamiento, que sólo por ignorancia creemos nuestro.

Sostengo que todo es mentira, incluyendo las declaraciones solemnes de dignidad y libertad individuales, y que el ciudadano se ha transformado en tornillo de una gran maquinaria cuyo fin es perpetuar la dominación y propiciar que una minoría pueda amasar un poder inmenso a costa del resto.

CREANDO AL ENEMIGO

Nada proporciona tanta cohesión social como un enemigo común. De conformidad con ello, en la democracia occidental hemos generado un interesante sistema de referencias. Nos definimos a nosotros mismos por nuestros valores de dignidad y respeto al individuo y sobre todo por nuestra repugnancia ante los sistemas autocráticos. Al repetir continuamente que estamos en frente y en contra de toda dictadura, alejamos la sospecha de que nuestro propio sistema pueda ser también una dictadura.

Al mismo tiempo, ese sistema de referencias conduce al sentimiento de que el único refugio posible contra el peligro de la dictadura es nuestro sistema. Quienes nos dominan y nos controlan han desarrollado la fórmula idónea para que abracemos, convencidos, la dictadura encubierta como único amparo posible contra la dictadura manifiesta.

DISPONIENDO LA ESCENOGRAFÍA

El sistema nos proporciona apariencias convenientes para que creamos que vivimos en una sociedad justa. Tenemos textos constitucionales que protegen ciertos derechos básicos y gozamos de la posibilidad de discrepar, en especial siempre que lo hagamos de forma razonable y prudente. El aborrecimiento que el sistema profesa hacia todo sistema totalitario forma parte de la misma escenografía. Si no existieran esas moderadas dosis de libertad, el sistema no sería creíble.

Resulta imprescindible escenificar el derecho a la discrepancia, la posibilidad de rebeldía y la existencia de autonomía personal, para que nos convenzamos de que la democracia parlamentaria en el seno de una economía de mercado es el mejor sistema posible, de que no cabe esperar nada más y de que cualquier aventura que no respete esos patrones es como asomarse al abismo y terminará mal.

Carlos Marx estableció la diferencia entre las libertades formales que proporcionaban los sistemas liberales del siglo XIX y las libertades reales que a su juicio traería el socialismo llamado científico. Nuestra democracia nos ofrece un catálogo de derechos y libertades que en unos casos constituyen una mera formalidad y en otros una simple mentira que no es más que una pequeña parte de la mentira general. Estas mentiras son los ladrillos de un decorado hecho para crear la ilusión de que somos socialmente felices y de que todo va bien.

Todo es mentira. Breve compendio de ideas sobre el sistema. © José Ortega 2010. Puedes descargar desde aquí el documento completo: goo.gl/xtGnOp

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