Venimos de una guerra y una larga dictadura militar, y estas circunstancias han condicionado a tres de nuestras cuatro generaciones actuales. Hemos vivido completamente aislados del mundo exterior desde que terminó la guerra, en el año 1939, hasta mediados de los años sesenta. La dictadura nos hizo sumisos a la autoridad militar, anuló el interés de las personas por el poder y la capacidad crítica de la mayoría social; la recomendación y la sumisión prevalecieron sobre el mérito y las capacidades objetivas en una España de las clientelas que perduran hasta nuestros días.
La bancarrota de las cuentas públicas a finales de los años cincuenta, obligó al dictador Franco a la liberalización de la economía, y durante la década siguiente llegaron a España el capital y el know how extranjeros, también los turistas y las remesas de la emigración. El PIB creció hasta duplicar su tamaño: el fracaso económico de la dictadura fue su éxito.
Las personas pudieron finalmente satisfacer unas metas materiales muy básicas, forjadas en la penuria ininterrumpida durante los veinte años siguientes a la guerra, aumentando a su vez la natalidad y el tamaño de las familias.
En 1975 muere el dictador y cerramos el período de la historia que conocemos como los cuarenta años de franquismo. La guerra estaba en el recuerdo, también el temor al ejército o los militares: la sociedad antepuso un principio colectivo de paz social al establecimiento inmediato de las libertades democráticas.
Los nacionalistas catalanes fueron pactistas en 1975, lo mismo que los nacionalistas vascos del PNV y otros partidos políticos de la oposición al régimen como el PSOE o el PCE.
Las elites pactaron una determinada reforma, la mayoría social era temerosa de una ruptura que se aventuraba violenta.
Comenzó entonces lo que conocemos como la transición política, un vertiginoso proceso de reformas legislativas que se inicia con el referéndum para la reforma política, continúa con una ley de amnistía (“comprensiva” con los crímenes del franquismo), la legalización de los partidos políticos, la celebración de elecciones constituyentes y el establecimiento de la Constitución de 1978. En 1979 nace la descentralización administrativa y política que nos llevó al Estado de las autonomías actual.
La transición política española FUE UN PROCESO DE TRANSFORMACIÓN PACTADO ENTRE ELITES DESCONECTADAS DE LA MAYORÍA SOCIAL, DE LAS MASAS; no fue el producto de la presión de la sociedad sino una expresión de los lugares de encuentro entre élites del régimen y partidos vanguardia, que también eran élites y conforman castas en la actualidad.
No existía más cultura democrática que la de las organizaciones e independientes directamente implicados en la transformación de la naturaleza del Estado, esto es, los sindicatos clandestinos, los militantes de los partidos políticos de la oposición al régimen y un buen número de independientes. Nada más. La sociedad era temerosa y sumisa, y no se planteó el establecimiento inmediato de un orden nuevo, como lo hace ahora la generación más joven con la adhesión de la mayoría social.
El 7 de febrero de 1992, diecisiete estados miembros de las Comunidades Europeas firman en Maastricht el Tratado de la Unión Europea, iniciándose, entre otros, el proceso de unificación monetaria que dio lugar al euro.
En enero de 1999 el euro reemplazó a la peseta. La Unión Europea dispone de personalidad jurídica, unidad monetaria y banco central, el BCE: tiene autoridad económica, pero su proceso de unificación política está inequívocamente interrumpido.
Desde entonces, somos las personas que viven en uno de los Estados endeudados del sur de la Unión Europea, donde los políticos hacen de su capa un sayo ante la INDOLENCIA GENERALIZADA de una sociedad clientelar y sumisa, poco elaborada y bruta.
La percepción mayoritaria es que los partidos políticos se han transformado en familias político-económicas, han vaciado las arcas públicas, han quebrado las cajas de ahorro y se han lucrado sin distinción: Gürtel, Pokemon, ERES, Nóos… ahora solo quedan los vencimientos.
Sabemos que las sociedades elaboradas del norte de Europa no quieren unificarse con el endeudado sur; tampoco queremos las personas del sur de Europa la política económica unificada de la Unión Europea.
Que los bancos alemanes han obtenido beneficios espectaculares en España durante casi una década es tan cierto como que si tienen vencimientos impagados de los bancos, las empresas o las administraciones públicas españolas, no es un problema que tengan que resolver las personas normales, que pagan sus impuestos, sus hipotecas (el 96,4%) y sus gastos.
La gente normal del sur de Europa nunca ha vivido por encima de sus posibilidades; todo lo contrario, eso sólo lo hacen las rentas más altas.
España lidera la desigualdad social en la Unión Europea, el 20% que más dinero gana, ingresa en sus arcas un 690% de lo que ingresa el 20% que menos gana; SOMOS MUY INCULTOS y nos engañan, el PIB per cápita español (24.600 €/año), no es distinto del francés (26.400 €/año), aquellos tienen futuro y empleo, NOSOTROS NO.
Esto somos, resumido, al 25 de enero de 2014
Extracto del libro “Asaltad el Sistema”. © Jaime Miquel Adrada, analista electoral independiente. © Lluís Miquel Campos Sanchos, técnico en implementación estratégica. Descarga gratis el libro, o cómpralo, desde aquí: http://www.bubok.es/libros/230092/ASALTAD-EL-SISTEMA2
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