Desde el 15M la sociedad española da un vuelco cuyas consecuencias aún no han terminado. Los ciudadanos se activan, se hartan y comienzan a emanciparse de la tutela de los partidos políticos y de los sindicatos en lo relativo a qué había que hacer, cuándo había que hacerlo y cómo había que hacerlo.
La sociedad en su conjunto, los ciudadanos, se lanzan desesperados y solos a luchar contra una situación que es insostenible para la mayoría. Desde la nada, comienza a hacer directamente política, sin medios, sin experiencia, sin miedo, como pueden y como se las ingenian.
La comunicación que se crea a raíz de lo que sucede en las plazas, entre miles de desconocidos e internet es/son decisivos en todo esto. Fruto de esas acciones, los sindicatos, en la mayor crisis laboral de nuestra historia reciente, se esfuman, no llegan, no saben que hacer, se les desborda. Se han quedado fuera del escenario. Se podrá ahora decir al respecto lo que sea, pero lo cierto es que socialmente han desaparecido de escena. Y los partidos políticos están en modo «pánico simulado» desde hace cuatro años.
Los ciudadanos estamos, con mucha razón, cabreados, hartos, asqueados de lo que socialmente representan los partidos políticos. Podemos engañarnos y decir que, legalmente, tienen atribuida la función de representar la voluntad popular y de fomentar la participación política, e incluso seguir mirando su imaginaria narrativa donde ellos, los partidos políticos, «son la democracia».
Pero resulta que el lenguaje suele engañar pocas veces al respecto de los sentimientos, de las realidades subjetivas de quienes usan las palabras, y nos encontramos que los partidos políticos, en la mayoría de las cabezas de los ciudadanos, se sitúan o identifican en/con el lado negativo. Representan un conjunto de ideas en su mayor parte malas. Corrupción en el sentido de podredumbre. Legalmente serán lo que quieran las leyes, socialmente producen rechazo. Esa es la realidad. En la oficina, en el bar, en la mayoría de conversaciones en que se hable de partidos políticos y políticos. Ellos creen que son una cosa, y para nosotros los ciudadanos representan otra, muy alejada de cualquier ideal.
La partitocracia es lo odiado por la sociedad actual. Los ciudadanos automáticamente son capaces de imputar todos los males a los partidos políticos, a los políticos en general. De manera abrumadora. Todo se ha convertido en algo ponzoñoso. El éxito de Podemos se produce porque, da igual el motivo o el origen, o a quién o a qué se debe, porque lo que sucede es que se acierta a concentrar en un punto toda la energía social, toda la sed de cambio, y es tan fuerte el deseo, tan amplio el rechazo, que la sociedad en su conjunto atisba claramente que se ha constituido, que ha tomado forma lo imposible. Lo imposible es ese océano de opiniones, de puntos de vista, de rechazos y de hartazgos, con potencia electoral suficiente como para alterar el sistema.
Los partidos políticos al principio reaccionan descolocados, tímidamente, con la esperanza de que la «cosa» se les pase a los ciudadanos y se vuelva a la «normalidad política». 2011, 2012 y siguientes. Pero no. No vamos a volver a la «normalidad política», ni a la estabilidad. Los ciudadanos, en estos momentos estamos superando por todos lados a los dirigentes, a la clase política. Los ciudadanos estaban esperando. Y a la primera oportunidad hacen su apuesta. Podemos destroza en la elecciones europeas la lógica. Y los ciudadanos nos damos cuenta de que es el punto de energía que necesitábamos. Nos da igual todo. Es la herramienta perfecta para echarlos. Una papeleta que por fin concentra toda la rabia contenida, sin medios para salir.
Los partidos reaccionan de modo clásico. Primero atacan, acusan y tratan de que se transforme en lo mismo, un actor del escenario del «y tu más». Hacer eso es sencillo. Pero, ante el peligro que para ellos representa, deciden acelerar la pantomima de adaptación a los deseos de los ciudadanos. Cambia la narrativa, la imagen. Incluso intentan ser «asamblearios», callejeros, cercanos. Intentan parecer «gente». Ya no son hieráticos, distantes. Ahora se colocan en medio de la multitud. Quieren ser «buenos».
Pero es demasiado tarde. La idea fuerza, el vector, es indestructible después de tanto destrozo, de tanta golfería, de tanta tomadura de pelo (que es lo peor): HAY QUE ECHARLOS.
Hay que echarlos. Eso está incrustado en el programa electoral de los ciudadanos. No se mueve. Incluso, se siente cierta sensación placentera al acariciar la posibilidad de realizar la idea. Tan mal lo han hecho, tanto «han robado» en el imaginario colectivo que ya nos da igual incluso decir «que roben otros nuevos».
En el fondo sabemos que no es así. En el fondo sabemos que ya les hemos ganado. Toda la política ha cambiado. Y lo ha hecho a nuestro favor, como no podía ser de otra manera, pues nos hemos erigido en protagonistas, y hay del que no cuente con nosotros, los ciudadanos.
Podemos no es un grupo de personas que salen mucho en la tele. Podemos es una esperanza colectiva, pero también una seguridad. La seguridad de que nadie se atreverá a tomarnos el pelo de nuevo. Porque lo corremos a gorrazos, sea quien sea. Así que, vamos allá. Sabemos que está en nuestras manos. Sabemos lo que sentimos en los días espectaculares de mayo de 2011, y queremos que esa sensación vuelva.
Queremos que pase, no queremos soñarlo. No todo es perfecto y no sabemos como se hace exactamente. Pero sí tenemos segura una cosa: no tenemos miedo, sabemos que es posible y estamos decididos a que el cambio, está vez, sea para todos, real y a nuestro favor. No nos valen los engaños, ya nos los sabemos, y tampoco las medias tintas.
No sabremos con seguridad lo que queremos, pero si lo que no queremos. Y no queremos más de esto. Está en manos de todos no meter la pata, hacerlo bien, hacerlo.
Confiemos en nosotros.
© Juan Moreno Yagüe (en su Facebook). Parlamentario andaluz por Sevilla. Abogado independiente que lo fue también de #15MpaRato. Cofundador del Partido X. Creador y cocreador de dispositivos legales como: Democracia 4.0, opeuribor.es, tomatubanco.org. Twitter: @hackbogado
@demo4punto0