El control nace en la mente. Ellos no quieren que sepamos.

¿Cómo es posible que no veamos lo evidente?

Gracias a un bien tramado sistema que nace en el colegio y se prolonga durante toda nuestra vida con los medios de comunicación. Este sistema:

  • Nos impone unos contenidos, forzándonos a ser conscientes de ciertos hechos y determinadas noticias y condicionando nuestra opinión sobre ellos.
  • Nos impide conocer otros contenidos a causa de su potencial peligroso (para “ellos”).

Pongamos un ejemplo:

Todos convenimos en que la deforestación del Amazonas es un peligro para el planeta y estamos de acuerdo en que la pobreza en el mundo constituye una vergüenza, pero estos temas y otros han quedado reducidos en nuestra conciencia a un runrún monótono y carente de contenido.

Repitamos continuamente una palabra y en nuestra mente perderá su significado. Se percibirá sólo como un sonido.

Lo mismo sucede con aquellos graves y vergonzosos temas: Sabemos que están ahí, pero ahí están, como si resolverlos fuera algo más allá de nuestras posibilidades.

Los medios de comunicación intentan presentarlos como un hecho de Dios, algo inevitable que nos supera. Para ello, nos trasladan con diligencia cada conferencia o seminario internacional que se pone en marcha al efecto, pero nos escamotean toda información relacionada con los mecanismos económicos que han provocado la situación, y en particular con los intereses en juego: ¿Qué empresas son las que están causando la deforestación? ¿Qué uso se está asignando a los terrenos deforestados? ¿Los están dedicando a pastos para producir carne roja? ¿Cuáles son las marcas bajo las que se vende esa carne?

Ellos no quieren que sepamos. En parte porque posiblemente las empresas responsables de la deforestación tendrían problemas para vender sus productos en un mercado ya sensibilizado contra las agresiones al planeta. Por eso los medios de comunicación se limitan a darle vueltas y vueltas a este tipo de problemas sin llegar a decir nada.

Consiguiendo el control de la mente

Cuando yo era pequeño y quería que mis padres me dejaran ver la película de la noche, utilizaba la táctica de darles conversación durante los intermedios.

De esta forma los distraía y les impedía darse cuenta de la realidad evidente de que yo no debía estar allí. Aquél era un hecho claro y a la vista: Yo estaba sentado en el sofá delante de la tele, cuando tendría que estar durmiendo en la cama, pero ellos no lo veían, o no le prestaban atención, porque yo los mantenía entretenidos con otra cosa.

acceso-a-la-menteEl sistema funciona igual. Nos rocía continuamente con un exceso de información destinado a mantener nuestra mente siempre ocupada. Hay cosas en las que pensar y que necesitamos cambiar, pero no somos enteramente conscientes de ellas debido al ruido incesante que nos imponen la publicidad y los medios de comunicación.

Las técnicas de entontecimiento de la población parecen provenir de Estados Unidos. De allí importamos la programación televisiva matinal, que hace no demasiado tiempo en Europa era algo extraño, pero que parece que se ha vuelto conveniente no sólo para dirigir el pensamiento de las amas de casa, sino también para sedar la mente de los ejércitos de parados que generan las crisis cíclicas del capitalismo: Vamos a distraerlos con alguna comedia de situación o a inocularles ideas sobre lo correcto con algún informativo, no vaya a ser que se pongan a pensar por su cuenta, reflexionen sobre su situación, descubran que la sociedad no funciona como debería, y se unan para crear inestabilidad.

Perdonad, pero esto me recuerda el relato bíblico. Yahvé se mosqueó porque los primeros hombres comieron la fruta del árbol de la ciencia, es decir, porque adquirieron conocimiento. Yahvé estaba arriba, los humanos debajo. De igual manera quienes nos dominan están arriba y viven como dioses, y nosotros estamos debajo. Ellos no quieren que sepamos.

Para mí es casi imposible no percibir un cuadro patológico en la imagen de una familia sentada manipulacion_masivadelante de la televisión. No consigo percibirlos como personas que se relajan o entretienen, sino como obedientes súbditos recibiendo su dosis diaria de programación mental, a fin de que el sistema pueda aplicar a placer la táctica de imponer la visión del mundo que le interesa, mostrar los hechos que no importan (y forzar una opinión sobre ellos) y tornar en inexistentes los que sí importan.

Dos ejemplos del impresionante poder de la televisión para apropiarse de nuestro subconsciente.

El primero: En su momento hubo un gran debate en España sobre la conveniencia de permanecer en la OTAN o salir de ella. El gobierno quería un sí en el referendum y procuraba hacer campaña disimulada en los informativos. Supe del caso de un niño pequeño que pasaba mucho tiempo delante de la televisión y llegó a convencerse de que sería gravísimo que España saliera de la organización.

El segundo (un poco doméstico): Mi nombre es José Ortega. Durante muchos años tuve que sufrir que un número alarmante de personas que no conocía, de forma inconsciente, me llamaran José Ortega Cano. Cuando el torero dejó los ruedos el fenómeno desapareció, pero volvió a manifestarse durante el breve período en que volvió a torear.

Esto indica que el inmenso poder de la televisión traspasa la barrera consciente y deposita contenidos en el inconsciente con gran eficacia y con una técnica en la que la repetición parece herramienta básica. Así es como ellos controlan  nuestra conducta, nuestras opiniones y nuestro pensamiento.

El Gran Hermano, Sálvame, antes la Noria,… se cuelan a diario en nuestras casas y en nuestros cerebros, no precisamente para observar lo que pensamos, decimos y hacemos, como en la novela de Orwell, sino para sugerirnos lo que debemos pensar, decir y hacer.

Quizá ahora entendáis por qué la dictadura ha desaparecido de Europa y tiende a desaparecer en el resto del mundo: Mediante este tipo de procedimientos las personas están ya sometidas en origen. No hacen falta ni la policía política ni los barrotes. La cárcel nace en nuestro propio interior, puesto que son ellos quienes crean nuestras opiniones y con sus técnicas de persuasión nos vuelven inofensivos.

Pero no lo vemos. La regla de oro de su sistema de dominación consiste en hacerlo invisible.

Todo es mentira. Breve compendio de ideas sobre el sistema. © José Ortega 2010

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